Te habla Montserrat Bellido Durán, para tu éxito: Y, ¿qué ocurre con los fracasos?; pues eso, que hay dolor en ellos, que hay sufrimiento en ellos, y que son tuyos; por lo cual, tienes que aceptarlos, afrontarlos, mirarlos cara a cara y decidir qué vas a hacer con ellos. Porque están ahí, y debes aceptarlos y, dentro de lo negativo, porque el mal existe, ¡todos lo sabemos!, pues, de lo negativo, tienes que hacer como hace Dios; y ¿qué hace Dios?; Dios siempre te da a ti y a todos una nueva oportunidad, y cuando dice: “no te digo siete veces, sino setenta veces siete”, son las veces que hay que perdonar a los demás; y como tú eres un igual a los demás, como debes amarte como a los demás, pues eso, a ti mismo también te tienes que perdonar setenta veces siete, al igual que a los demás; aunque a ti no puedes dejarte, porque tú siempre vas contigo mismo, así que tú debes de cambiarte para que no se repita la situación, para que el fracaso te abandone; para que el éxito llegue, lo más rápido y eficaz es HACER EL BIEN SIN MIRAR A QUIEN, es decir, a todos, a ti mismo y a todos, ¡porque sí!, porque es la estrategia mejor para que triunfes, para que tengas éxito allí donde fracasaste, por ti o por los demás, o por ti y los demás. No importa quién haya sido el que no hizo las cosas bien, lo importante es que ahora tú, ¡tú!, las vas a hacer bien. ¡Vas a coger el timón de ti mismo, vas a meditar todo lo que haces, aunque sea la manera de levantar tu vaso al beber, o en decir los buenos días… sea lo que sea, tú entra en ti mismo y disfruta de hablarlo con Dios, porque, ¿cómo vas a hablarlo tú solo teniendo a Dios contigo?; nada, nada, tú a dialogar con Dios, dentro de ti, sin mover los labios, dentro de tu corazón; allí, a buenas con el Hacedor, le cuentas tus planes, le hablas de ti y le pides consejo. Y, ¿contesta Dios? Sí, pero no como tú y yo, Dios contesta al hacerte pensar algo que te ayudará, o al escuchar una conversación en la que comentan esa solución que necesitas, o en las páginas de un libro, o en las palabras de un niño, o en las circunstancias de la misma vida. A eso se le llama la acción de la Divina Providencia.