En el desván del abuelo de Marta, un desván ya lleno de polvo por la falta de asistencia, yacía arrinconada una silla vestida de telarañas… ¿Qué tenía de especial esta silla? A primera vista era una simple silla de madera con cuatro patas, como todas las sillas, pero Marta se sorprendía porque su abuelo nunca movía de sitio esa silla, ni en las fiestas familiares, las típicas fiestas en las que hay que recolectar sillas de cualquier rincón de la casa por falta de mobiliario ante el exceso de comensales. Vamos, que hasta miras debajo de la alfombra para ver si encuentras sillas…

Un día Marta le preguntó a su abuelo: “¿Por qué nunca usas la silla del desván, abuelo?”

-Por que esa silla es de Pedro

-¿Pedro?¿Quién es Pedro? -Preguntó la niña con curiosidad

-Un amigo que nunca llegó a venir a mi casa

-¿Si era un amigo por qué no vino nunca?

-Éramos compañeros del colegio, cada uno con sus metas… Yo quería dedicarme a lo que me gusta, él quería dedicarse a la profesión que más dinero le diese. Se fue a trabajar al extranjero y perdimos el contacto.

-Ah… ¿y por qué no usas esa silla?

-Para recordarme que yo no quiero dejar mi silla vacía.

-¿Qué silla? – la conversación se ponía más interesante por momentos…

-La silla que quiero ocupar en mi vida, todos tenemos una silla en la que debemos sentarnos y algunos retrasan con excusas el momento de sentarse, otros prefieren sentarse en la silla que les dan, y muchos prefieren estar de pie dando tumbos sin llegar a ningún lado, dejando su silla vacía…

-Vaya, qué triste, yo no quiero dejar mi silla vacía…

-Pues preocúpate de hacer lo que te gusta y lucha por tus sueños, no por los sueños que te imponen otros.

Desde entonces, Marta tuvo muy claro que ella misma iba a decidir cuál sería la silla en la que quería sentarse.

Montserrat Bellido Durán
Creadora del Método M.B.D.
Fundadora de Coaching Tu Éxito

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Te deseo lo mejor: ¡Éxito!